
Quiero reproducir con notas el sonido de la primera vez que escuché leer los versos tristes de una poeta que se llamaba Stella Díaz Varín . Sus borrachas y torpes maneras de hablar de cosas comunes, de entender a personas comunes, casi normales.
Recuerdo que me contó que se metió a la cama con él, pero que eso, fuera de nosotras, era inconfesable.
Y no me conocía y casi no había empezado a tomar.
Creo en estos encuentros que no suceden más, pero ahogan. Se saturan de una vez.
Nunca leí más de un libro suyo, que aún tengo al medio de varios que sí volvería a releer. A ella, no. Hay cosas que son fascinantes cuando quedan en una posibilidad.
Tengo recuerdos del taxi en el que la metí ya detrás del sol. Me fijé que tenía su cartera vacía y que se encantó con el tapiz del auto. Pero que tenía su cartera vacía y no le importaba.
Yo perdí esa costumbre de fijarme en cosas inútiles y en personas comunes, fue un error. Padezco de estas cosas en el último tiempo.
Después supe que Stella había muerto. Me lo contó mi amigo Héctor Hernández. Entonces pienso por qué no quise ir a despedirla a algo tan público. Yo que no fui su amiga, que poco la leí. Pero me recuerda esta canción de Mehldau. Creo todavía en las coincidencias que unen cosas por vocación. Ahora me encuentro de nuevo con Things Behind the sun y con otra persona que como yo, imagina con el mismo sonido, a alguien que conoció escuchando la misma canción.