Monday, February 18, 2008

Llamadas telefónicas


Casi dust, la luz ya no entra por la ventana del oriente. La ciudad va vaciándose con cada llamada telefónica. Qué hay al otro lado. Quién está al otro lado. Para la última vez el sonido se prolonga, se prolonga, suena y no contestas. Como estás, Cómo se siente. Responde, contesta, cuelga, desconéctalo. Yo veo pasar tu cara en todos los estados. Veo Kausser tu rostro real, tu máscara desfigurada, tu más sincera mueca al pasar. No me tengas paciencia, no me tengas rencor, no me alteres la desértica. No tomes, ni cojas las manos torcidas por tu cara. Contesta el maldito teléfono. Yo ya no te tengo rencor. Comparte tu desprecio, pausa el dolor, el afecto, la misericordia. El Dust ya no tiene espacio. Ya no prolonga las imágenes de los muertos, ya no recibe la voz. Ahora, en cambio, hay sonidos bastados de belleza, de profundidad de devoción. No puedo ya ponértelo en la línea. Pero se parece a una serie de cosas que habían en el Dust: el caramelo quemado, el agua en la ventana de oriente, la amarilla luz del vidrio, el clavo que no da olor, el silencio que es como la falta (la piel de los dos)

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