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Miniaturas deliciosas. Se parte siempre recomponiéndolo todo desde las minúsculas piezas. Se ordena. Se cambian las sábanas. Se termina diciendo que sí, que haremos un esfuerzo para que esto salga bien. Te invito a tomar el té.

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Sí, hay una ampolleta quemada, una cadena suelta, una lámpara que hace años para colgar, una prudente llamada a poner orden, a arreglar tu vida. Puede ser distinto, puede ser con viajes al puerto, llamadas por teléfono, talleres, libros, piratería de películas. Puede ser medio sentado mirando matinales, medio sentado leyendo el diario. Armar una semana con rutinas cotidianas bien resueltas en un calendario. Agendarse para el lunes, para el martes, para el miércoles, hasta que un jueves, cuando te pille volando bajo, encuentres un prólogo-que podría ser una cuenta, una programación del cable, una inscripción a un curso, una editorial de la prensa- que te fije que a lo más cuando escribes no estés preguntándote quién eres, si no, en qué te estás convirtiendo.

La Pornografía

Somos una obra de arte

Pero las obras de arte son geniales para contemplar, pero nadie puede vivir adentro de una

Por eso todo termina acabándose

“Según una superstición bastante difundida, lo verdaderamente íntimo no se dice. Es lo que no acepta declararse, lo que no se deja tocar por el relato. No tanto por inconfesable (eso sería lo privado, que es como un gemelo usurpador, la parodia, el alter ego cínico de lo íntimo) como por inefable o por remoto: por estar de algún modo más acá o más allá de las palabras”.

Alan Pauls.

El Santo Domingo que dejamos

Por Cartagena, San Antonio, Valparaiso

Voy a aguantarme un poco más en la santidad a ver qué pasa. Ya no hago ni recibo más propuestas de ninguna clase, de ningún tipo. Prefiero salir a los puertos, comprar o cambiar zapatos, visitar tumbas de poetas, comer mirando de este lado del marco, enfocar el fondo, subir un cerro, bajar corriendo, comprar pilas, sacarme fotos, un porrito y vos, quien seas, pero vos.

Vos, en este caso, dejará de ser vos en la trinidad, vos, vos, vos. Sugieren que eso me volverá loca, que no me dan más de tres semanas para caer directo (yo digo que la providencia en marzo) en las manos del especialista. Eso es exactamente lo que estoy esperando, volver a la devoción.

La Santísima Trinidad (Parte 3)

En el bar Adela H no se conspira, solo un grupo de mujeres le da vueltas al cómo, por qué y para qué lo hace. Se les ocurre, se le ocurre a una de ellas que eso es fácil de explicar con cuentos para niños. O algo parecido, que en algunas circunstancias actuamos como si lo fuésemos. Si sale fácil habría que comenzar a preocuparse. No es el caso de ninguna de las mujeres de Adela H.

Dos Adelas. Una mira la evidencia de la otra en la cara, todas las mañanas. Se han convertido cada día más en amigas detectives. La patria, los próceres, las cerillas, los enanos, las brujas, un par de porros, comentarios, más porros, risas públicas, malas compañías, malas y buenas influencias. Próceres y quesos.

Pero por encima (y veces muy por abajo, los instintos) la santidad. Hemos sido santas devotas de vírgenes y putas. Eso traducido es, quedarse un par de tardes pegadas al martirio de nuestros malos comportamientos, de los malos, profanos, de la culpa, del pecado. En ese orden. Pero los padres, la pleitesía, la compasión, la devoción también nos conmueve, nos remata.

Ha pasado una lista larga, compañera, han pasado escandalosos bailes al medio de la pista, acuerdos de a cuatro, vinos de caja, porrazos, recaídas, un no te creo, un nunca más. Ha pasado la música de dos putos con gargantas profundas, ha pasado la voluntad, la cabeza, el sur, la locura. Y frente a esto, o nos santificamos más, rendimos el voto, o nos convertimos en algo muy parecido a la pornografía.

La Santísima Trinidad Parte 2.2

La niña de las cerillas se quedó encendiendo las cerillas, no se quemó, ni se durmió, se murió. Eso es tremendo. Su final trágico me convence menos que el happyending. Es más real, cierto, puede que hasta más heroico (que un par de enanos y un príncipe salvando a una puta de otra puta más vanidosa) Pero son cuentos, niño, son solo cuentos.

La Santísima Trinidad (Parte 2)

Infanta divina devota.

Blanca Nieves me pareció siempre muy pornográfica. Una puta puta real que para que no la mataran se tiró al cazador que había mandado la reina a matarla. Ni muerta ni perdida en el bosque, se encuentra con 7 enanos, santos, que la alimentan para tenerla ahí en su casa o en su cama. Si no fuera un cuento de hadas, la reina no sería una anciana, sino que directamente una serpiente, y la tontorrona, igual, serpiente o vieja, se habría comido la manzana.

Mi abuela me contó que unas tías ancianas miraban a mi madre y me miraban a mí, tan blanca a los 4 años leyendo, de memoria, el único cuento que también de memoria me había contado mi padre desde los tres años. No sé si me equivoqué de piel o él de cuento, pero lo que sí sé es que a mí me gustaba la vendedora de cerillas y no Blanca Nieves.

Pero me he enterao que la vendedora no sé quedó dormida con el fósforo apagándose en los dedos, me enteré que estaba muerta. Y fue hace menos de un año. Así las cosas, me parece que, por final feliz- pecadora y pornográfica- con desilusionados enanos, brujas excéntricas y espejos verbales (todo muy poético, no?) mi devoción y mi santidad es más de blanca que de cerillas.

Yo, la Santísima Trinidad (Parte 1)

Seguiré metiendo frases adentro de frases, enumerando, suspendiendo, sacando agregando a la lista (jurando que estos arqueados son mis favoritos). Paréntesis. Se quedó el vino abierto, se quedó la copa hasta la mitad- santísima- y entre que recogía sobre la mesa, con los dedos, el tabaco (vagula anaïs) me llevé la botella con una sobra prudente si se iba a un vaso, escandalosa si se iba directo de la boquilla a la boca. Me voy directo al cielo, dije. Como la Trinidad. Pero pasa, de verdad, que la Trinidad es una puta, que en las esquinas le dicen trini, hey trini, cuánto cobrás. Y ella piensa, de algo hay que vivir. Yo, una santa, creo que se vive como se puede.

La Santísima Trinidad y la Pornografía

Mi niña

No estés, no puedes, estar triste por nada de lo que me has contado. A veces se nos viene todo muy de golpe y te caes o te pones más firme, más fuerte. No hagas caso de lo que te puedan decir, porque no te conocen como yo, que te he tenido esperándome atrás de un laboratorio, encima de una escalera antes que, abajo, la tierra se caiga. No saben, ellos, como se siguen los gatos, ni como se fotografían los puentes. No saben qué es buscar a un muerto en un cementerio, ni tomar vino en una escalera cagada en París. No tienen idea lo que es dormir con un conejo, ni menos han llegado vestidas igual que tú después de las vacaciones. No tienen tu memoria tampoco. No saben arrastrar a nadie como lo hacemos nosotras. Tu crees que alguna vez jugaron a dormir debajo de un puente y ser pobres pobres y 20 años después ser realmente pobres y felices comiendo paninis y crepés?. Creo que lo que más te duele es que sabes que hay muy pocas personas para siempre.