Rosal 358
Nosotros nos inventamos con muy poca imaginación que... las niñas de rosal… Así, literalmente, en un arranque de entender quiénes éramos cada una y las tres juntas viviendo en un edificio viejo, en la mitad de un pasaje francés. A ese mal invento se sumó un ataque de locura del piso de abajo. Fue cuando llegamos. Un mal principio, pero todo lo que pasó después, arregló nuestras vidas, de a tres.
Así empezamos a vivir, mitad serie gringa, con juntas, pelambres y conversas eternas. Tejidos, cafés, comidas, fiestas interminables. Mitad serie animada, como en los cuentos, con más historias, películas, canciones, regalos, poemas colgados e invenciones sobre la gente que vivía fuera de nuestro mundo rosal. Fuimos las tres, con todo lo que las tres somos. Ahí medias invernales, medias primaverales
Con los techos crujiendo, con las mañas a media madrugada, con la música fuerte, con ¿con quién habrá llegado esta vez?. Nuestros espionajes, la vida privada en común. Ahí medianamente otoñas y medianamente veraneantes, fuimos convirtiéndonos con mucha imaginación en tres rosales.
Y en los pisos del resto de la comunidad siguieron pasando cosas. Se volvió a meter el loco ¿recuerdan?. Volvimos a escuchas ruidos impropios de la muralla de al lado, de arriba. Volvimos a nuestra invención sobre este edificio fantástico. Y seguíamos tejiendo y tomando café. Haciendo planes, recordándonos que, reclamándonos esto, exigiéndonos las semanas de conclave juntas.
Con presencias y ausencias, volvimos a hacerlo, todos los años. Aparecíamos y desparecíamos y nos pasábamos lista, nos enterábamos de las tres. Tenemos historias, niñas, incontables e impublicables.
Pero haciendo una excepción a la norma antiliteral de este blog voy a recordarles el 6 de agosto del año pasado cuando la niña de los malos comportamientos de arriba, sometida a cualquier reclamo de las madres de abajo, recibe y ejecuta la orden de bajar inmediatamente, en el estado en qué estés, a la sucursal del piso de abajo en la mejor condición en la que puedas. Ahí estabas vos, la desertora, la rosal sin aguantar contarme que acababan de pedirte matrimonio. Dani, aceptaste. Tenías un anillo en dedo.
Y sabíamos con fecha exacta que te irías y tuvimos tiempo para despedirnos para pensar en el día en que empezarías a bajar tus cosas de rosal y llenaríamos este edificio de nosotras mudándote. Bueno fue, fue y nos dio pena, como tenía que pasar. Después de despedirnos, nos quedamos con la nueva rosal pensando en tí. Encendimos tu tele y nos pegamos un rato.
Así empezamos a vivir, mitad serie gringa, con juntas, pelambres y conversas eternas. Tejidos, cafés, comidas, fiestas interminables. Mitad serie animada, como en los cuentos, con más historias, películas, canciones, regalos, poemas colgados e invenciones sobre la gente que vivía fuera de nuestro mundo rosal. Fuimos las tres, con todo lo que las tres somos. Ahí medias invernales, medias primaverales
Con los techos crujiendo, con las mañas a media madrugada, con la música fuerte, con ¿con quién habrá llegado esta vez?. Nuestros espionajes, la vida privada en común. Ahí medianamente otoñas y medianamente veraneantes, fuimos convirtiéndonos con mucha imaginación en tres rosales.
Y en los pisos del resto de la comunidad siguieron pasando cosas. Se volvió a meter el loco ¿recuerdan?. Volvimos a escuchas ruidos impropios de la muralla de al lado, de arriba. Volvimos a nuestra invención sobre este edificio fantástico. Y seguíamos tejiendo y tomando café. Haciendo planes, recordándonos que, reclamándonos esto, exigiéndonos las semanas de conclave juntas.
Con presencias y ausencias, volvimos a hacerlo, todos los años. Aparecíamos y desparecíamos y nos pasábamos lista, nos enterábamos de las tres. Tenemos historias, niñas, incontables e impublicables.
Pero haciendo una excepción a la norma antiliteral de este blog voy a recordarles el 6 de agosto del año pasado cuando la niña de los malos comportamientos de arriba, sometida a cualquier reclamo de las madres de abajo, recibe y ejecuta la orden de bajar inmediatamente, en el estado en qué estés, a la sucursal del piso de abajo en la mejor condición en la que puedas. Ahí estabas vos, la desertora, la rosal sin aguantar contarme que acababan de pedirte matrimonio. Dani, aceptaste. Tenías un anillo en dedo.
Y sabíamos con fecha exacta que te irías y tuvimos tiempo para despedirnos para pensar en el día en que empezarías a bajar tus cosas de rosal y llenaríamos este edificio de nosotras mudándote. Bueno fue, fue y nos dio pena, como tenía que pasar. Después de despedirnos, nos quedamos con la nueva rosal pensando en tí. Encendimos tu tele y nos pegamos un rato.
4 Comments:
La Desertora
Yanovivomasenrosal358
Hoy desperté sin música, en la soledad de un departamento nuevo, pero cargada de increíbles recuerdos, anoche tuve mucha pena, pero la verdad, son etapas que pasan, lo importante es que pasan y dejan rastros imborrables...de verdad nunca lo olvidaré, gracias a ustedes amigas, aprendí a caminar sola, a enfrentar las cosas de otra forma, a mirar todo distinto...
Yomefui y ustedes también lo harán en el futuro, pero a pesar de la distancia...somos amigas y eso no cambia
¿Cuándo me invitan a alojar?
En Colón tienen una nueva sucursal y pueden llegar cuando quieran
la dany
cosas que aprendí...
a tomar té para tener paciencia.
a tener paciencia (quizás sólo un poco)
a que se rieran de mí (un poco menos que a tener paciencia)
a callar menos y desordenar más.
a colgar poemas, pero no a recitar una frase de memoria (todavía).
a decir malas palabras, pero no a tener malas intenciones.
que en rosal siempre hay una huerta (y también al revés).
que las brujas sin dientes se transforman en hadas madrinas, pero que los sapos no siempre se convierten en príncipes.
que las fiestas son siempre interminables y catastróficas.
que donde entran flores y bicicletas, también entran ojos intrusos y mezquinos.
que aún así, nada nos hace perder la fe en que en esta torre no hay espinas.
Y al té mezclarlo con café, con vino. Y a tejer esperando príncipes, no sapos. Y a bajar los poemas cuando no son necesesarios. A querer a las brujas princesas, a repetirles que en el fondo del jardín, siempre hay un jardín...
Ah, y a quererlas para siempre
Yo aprendí que las periodistas son artistas y que no hay nada como llegar a la casa y encontarse con un par de flores tejendo, haciendo collares, tomando té o lo que sea... siempre será entretenido compartir!
La Huerta
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